No se si será verdad, o simplemente me lo parece a mi en particular, que cuando se menciona la palabra “BECARIO” siempre hay una cierta ironía en su pronunciación. Es como si se estuviera hablando de una clase inferior, lo que no deja de ser una paradoja si pensamos que precisamente esta “clase” es el futuro inmediato de nuestra sociedad.
El hecho de que un alumno realice unas prácticas en una empresa tiene como misión que inicie el contacto con el mundo laboral mientras aún se encuentra realizando sus estudios, y pueda ver, en la práctica real, lo que teóricamente está aprendiendo en las aulas. Esta, y ninguna otra, es la finalidad de dichas prácticas.
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Los “Becarios” son un valor para la empresa donde realizan sus prácticas. Son jóvenes cargados de ilusiones y de ideas que serán acertadas o no, pero que sin lugar a dudas, tienen un ingrediente muy importante y es que son nuevas, frescas, libres y cargadas de una gran dosis de imaginación y creatividad.
Este es el verdadero valor del “Becario”. No se trata, como he podido escuchar en algunos foros, de mano de obra barata o de personal sin coste. Se trata de jóvenes que a cambio de formación práctica nos aportan su conocimiento; y hay que saberlo aprovechar, puesto que al no ser una actividad remunerada, las dos partes invierten y las dos partes deben recibir su correspondiente retorno de la inversión.
Todas las empresas pueden optar por solicitar la incorporación de un “Becario” en su plantilla, pero siempre deben buscar en la persona que elijan su valor. Ver el granito de arena que puede aportar a la empresa a cambio de la formación práctica que le vamos a dar para que su conocimiento pueda dar un salto cualitativo.
No aprovechar estos valores es un fraude a la propia sociedad, puesto que si los jóvenes no se sienten cómodos y no aprenden en la empresa, se está retrasando su incorporación al mercado laboral e incluso se puede llegar a generar en el alumno un cierto rechazo debido a una mala experiencia y a no haber percibido que han sido valorados adecuadamente por las empresas.
Como conclusión, las prácticas son una magnífica oportunidad tanto para las empresas como para los alumnos, pero para que esto sea así, las dos partes deben tener claro cual es su cometido: los alumnos, aprovechar al máximo el valor que les aportan las empresas y estas, a su vez, aprovechar el verdadero valor del “Becario”.
Amadeu Mestre
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